La denominación de vida artificial es un concepto muy flexible que puede abarcar un sinfín de planteamientos más o menos complejos que van desde la abstracción propia de los autómatas celulares hasta barrocas simulaciones digitales de sistemas biológicos completos. Por eso mismo, resulta extraño que su aplicación en el ámbito de los videojuegos haya tenido tan poco protagonismo a lo largo de todos estos años, al menos de una forma verdaderamente interesante para el usuario más allá de los avances ya integradísimos en nuestro día a día de disciplinas como podrían ser las distintas ramas del aprendizaje automático. Por eso resulta tan sorprendente desgranar la propuesta de Creatures, un videojuego gestado a mediados de los 90 que llevó el concepto de mascota virtual a cotas nunca vistas y que, incluso décadas después, sigue resultando fascinante.
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